Erlan, Diego. "La creación, entre la utopía y el delirio. Entrevista con Eduardo Kac", Revista Ñ, N. 46, Clarín, Sábado 14.agosto.2004, p. 32.




Cuál es el mensaje del arte cuando en su nombre se crean conejos vivos de color verde fluorescente, plantas digitales o se intercambian fluidos con una máquina? La respuesta o la duda que concierne a estos temas la tiene Eduardo Kac, artista de vanguardia brasileño, autor de la máxima obra de arte transgénico: Alba, una coneja que, vista bajo los efectos de la luz azul, se convierte en verde y que suscitó al nacer en el año 2000 una discusión ética, filosófica y científica.

Una remera con la imagen del conejo fluorescente es lo único que le queda a Kac de su obra maestra. El recuerdo, la ilusión, la obra trunca, la furia y los juicios a los científicos franceses que se quedaron con Alba, sólo son intentos por recuperarla.  Entre la utopía y el delirio, esta ¿obra? recorre la tecnología, el arte y la ciencia, y a partir de ello, cuestiona a la humanidad, sus preceptos y relaciones. Mientras prepara una exposición individual sobre ella que inaugurará el 9 de septiembre en Río de Janeiro, Kac dice que el arte transgénico es una forma de arte basada en el uso de las técnicas de ingeniería genética para transferir material de una especie a otra, o de crear unos singulares organismos vivientes con genes sintéticos. La muestra se llamará Rabbit Remix y consiste en fotografías, dibujos, banderas, remeras de la coneja verde y también unos trabajos que pueden verse en el sitio www.ekac.org. El artista explica: “Investigo sobre el carácter dialógico, qué pasa entre las personas y esta imagen, con esta idea y con este proyecto”.

Pero el nacimiento artístico de Kac no fue con Alba. En 1997 realizó la instalación A-positive, que consistía en el intercambio intravenoso entre un hombre y un robot donde uno (el hombre) donaba sangre y la máquina glucosa. En la actualidad, el artista trabaja en otra instalación que se llama Move 36 en referencia al movimiento realizado por la computadora Deep Blue con la que en 1997 le ganó una partida de ajedrez a Gary Kasparov. La obra consiste en un tablero de ajedrez realizado con cuadrados de tierra oscura y otros de arena. Allí no hay piezas de ajedrez, pero en el casillero exacto donde se realizó el movimiento 36 crece una planta confeccionada con un mapa genético a partir del código ASCII, perteneciente a la informática. Comprando libros sobre informalismo y billeteras de cuero por la avenida Santa Fe, Eduardo Kac habló con Ñ sobre la provocación y el arte.

 

–¿Qué significa ser artista? 

–El artista tiene que ser alguien que inventa algo que no estaba. Es una nueva manera de ver el mundo, y también es una búsqueda personal. Una búsqueda que intenta comprender qué está pasando, comprender las relaciones invisibles, el carácter relacional del desarrollo contemporáneo, pero también el de intervenir, es decir, ser parte de ese proceso de cambio.

 

–¿No cree que aquello que usted tiene sólo es un encanto con lasnuevas tecnologías?

–No creo que esté encantado por la tecnología. Los artistas siempre trabajaron con formas de tecnología de su tiempo. La perspectiva es un desarrollo matemático hecho por artistas; la fotografía tuvo un impacto muy importante en el impresionismo. No creo que sea algo propio de mi trabajo. Las tecnologías cambian las formas de producción, cambian el conocimiento, las relaciones económicas, sociales, y cambian la manera de ver el mundo. Creo que hay que descubrir de alguna manera la magia. No hay que estar fascinado por la tecnología, pero tampoco tenerle miedo. También hago dibujos en papel y el lapis es tecnología del siglo XVII.

 

–Sin embargo la lectura que puede hacerse de la instalación “Move 36” es la victoria de la máquina sobre el hombre.

 

–Es la primera vez que la máquina gana el juego. Pero es más interesante el hecho de cómo ganó que el hecho de haber ganado. Porque la computadora, en ese momento, hizo un movimiento muy sutil: atrajo la atención del hombre hacia un lado y después hizo jaque por otro. Kasparov no podía concebir que una máquina fuera capaz de hacer un movimiento sutil, porque la sutileza es propia del ser humano y las máquinas siempre buscan el camino más directo entre un punto “A” y otro “B”, que es algo matemático. Ese fue un movimiento donde existió la falla del humano y la sutileza de la máquina. Es hablar de lo que pasará en el futuro, cuando las plantas sean digitales y las máquinas, sutiles.

 

–Entonces su obra tiene una vision apocalíptica del ser humano.

 –Sería una forma de repensar lo que es el ser humano, comprender que aquello que pensábamos que era el ser humano sólo era un aspecto de lo que en verdad es. Somos una red que es parte de otra red; en nosotros hay un poco de planta, un poco de animal y un poco de máquina.

 

 –¿Cuál es el límite del arte transgénico? 

–El hombre.

 

–¿Es decir que es llegar hasta el hombre o crear un hombre?

 –No puedo decir cuál es el límite para otros artistas. Lo único que sé es que yo no crearía una persona.

 

–Pero al intervenir la célula de un conejo tranquilamente puede hacer lo mismo con la de un hombre, ¿dónde está el límite?

 –Desde un punto de vista ético cambiar la célula de un conejo o de un hombre sería la misma cosa. Pero por eso digo que el fin último de mi trabajo es relacional. La obra del conejo tenía tres vertientes: Inventar un mamífero y traerlo al mundo. Luego la idea era llevarlo a mi casa, lo que implicaba una responsabilidad personal. Y por último el debate, la discusión y la reflexión sobre el tema. No hago arte para producir formas, sino que busco generar un  proceso transformador, cultural.

 

–Creó plantas digitales, manipuló células, ¿quiere ser Dios?

 –Estoy over qualified: tengo demasiado puntaje para serlo.


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