Published in the magazine Mediapolis, Año 3, N. 5, Agosto 1998, Buenos Aires, 1998, pp. 38-40. Republished in: Margarita Schultz. CD-ROM: El Gólem Informático, notas sobre estética del tecnoarte. Santiago : Universidad de Chile, 2000.
An expanded version was published as follows: "Cuerpos y Mentes en Expansion". In: Arlindo Machado. El Paisaje Mediatico. Buenos Aires, Libros de Rojas, 2000, pp. 51-58.


UN MICROCHIP DENTRO DEL CUERPO

Arlindo Machado


Después de la generalización de los happenings, las performances y las
instalaciones; después del cuestionamiento del cubo blanco de los museos y
del salto hacia el espacio público; después de haber echado mano a todas
las maquinarias y aparatos de la escena tecnológica para producir imágenes,
textos y sonidos de aspecto industrial; después incluso de discutir la
tragedia de la condición humana y de desnudar las coacciones, segregaciones
y prohibiciones derivadas del sexo, de la raza, del origen geográfico y de
la condición socio-económica; después de haber experimentado todo eso, el
arte parece hoy reorientarse decididamente hacia la discusión de la propia
condición biológica de la especie.


De hecho, en los últimos años, creadores como Orlan o Stelarc se han
esforzado por introducir en la escena cultural la difícil discusión sobre
una posible superación de lo humano a través de la intervención quirúrgica
radical, de la interfase de la carne con la electrónica, e incluso de la
complementación del cuerpo biológico con prótesis robóticas capaces de
ampliar sus potencialidades. Más que simplemente profetizar cambios
profundos en nuestra percepción, en nuestra concepción del mundo y en la
reorganización de nuestros sistemas socio-políticos, estos pioneros
vislumbran mutaciones fundamentales en la propia especie, que podrían
inclusive alterar nuestro código genético y reorientar el proceso
darwiniano de evolución.


Un importante hecho simbólico dentro de esta tendencia aconteció el pasado
11 de noviembre en la Casa das Rosas, una especie de polo aglutinador de
las principales tendencias de vanguardia en el arte brasilero. Ese día, el
artista Eduardo Kac se implantó en el interior de su propio tobillo un
microchip conteniendo un número de identificación de nueve caracteres y lo
registró en un banco de datos norteamericano, usando a internet como medio.
El microchip es, en realidad, un transponder utilizado para la
identificación de animales, en sustitución de la antigua marcación con
hierro caliente. Contiene un capacitor y una bobina, lacrados
herméticamente en vidrio biocompatible, para evitar el rechazo del
organismo. El número memorizado en el microchip puede ser recuperado a
través de un tracker (scanner portátil que genera una señal de radio y
energiza al microchip, haciéndolo transmitir nuevamente su número
inalterable e irrepetible). La implantación del chip en el tobillo del
artista tiene un sentido simbólico muy preciso, pues era en ese lugar que
los negros eran marcados a hierro durante el período de la esclavitud en
Brasil.


Esta descripción es bastante incompleta y simplificada. El trabajo incluyó
además una serie de eventos paralelos, relacionados directa o
indirectamente con el implante. En primer lugar, el espacio físico de la
Casa das Rosas fue transformado temporariamente en una especie de cuarto de
hospital, con instrumental quirúrgico, un médico para atender las
eventuales dificultades y una ambulancia en la puerta del edificio. Había
también una colección de fotografías en las paredes, la única memoria
existente de la familia del abuelo materno del artista, diezmada en Polonia
durante la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, están las computadoras, que
permiten acceder al banco de datos en los Estados Unidos, "escanear" el
chip por control remoto a través de internet, y disponer, para espectadores
situados en cualquier lugar del mundo, de las imágenes del evento a través
de la www. Después del evento, un panel con la radiografía de la pierna del
artista mostrando el microchip implantado fue incorporado al local del
acontecimiento. Y como si todo eso no fuera suficiente, hubo una
transmisión en vivo de toda la experiencia a través de una red comercial de
televisión (Canal 21 de Sao Paulo), además de la repercusión en la prensa
escrita y en el periodismo televisivo local antes, durante y después del
evento. Tal vez ni siquiera el artista haya sido capaz de prever y evaluar
todas las implicaciones y consecuencias de su intervención. Gracias a la
transmisión televisiva y a la cobertura periodística, por ejemplo, el
implante traspasó los límites del ghetto intelectual y ganó dimensión
pública: al día siguiente, la extraña historia del hombre que se implantó
un chip de identificación en su propio cuerpo era contada en los cafés, en
el subterráneo y en los ámbitos de trabajo, por gente que ni siquiera
remotamente acompaña a la discusión artística.


La intervención de Kac toca puntos difíciles e incómodos de la discusión
ética, filosófica y científica con respecto al futuro de la humanidad. Un
mes antes del evento en la Casa das Rosas, la misma experiencia había sido
prohibida en el Instituto Cultural Itaú de Sao Paulo durante la exposición
Arte e Tecnologia, alegando que la implantación de un chip en un ser humano
podía ocasionar problemas legales para la institución promotora. En los
Estados Unidos, importantes centros de investigación de Chicago y Boston
solicitaron copias de los registros en video para analizar la experiencia,
en tanto la lista de debates de la Wearable Computing discutía intensamente
la obra en internet. El hecho de haber despertado la polémica dentro y
fuera de Brasil constituye el mejor síntoma de que algo importante fue
tocado en la intervención de Kac. De la misma forma en que la colocación
del urinario duchampiano en el ambiente sagrado del museo desencadenó un
número incalculable de consecuencias para el arte y para las demás
manifestaciones de la cultura contemporánea, la implantación de un chip en
el interior del cuerpo de un artista reaviva el debate sobre los rumbos que
pueda tomar el arte y la especie humana en los umbrales del próximo milenio.


Al ser Eduardo Kac un artista y no un activista político, el evento que
realizó en la Casa das Rosas permanece abierto a las más variadas
interpretaciones. Es posible leer el significado del implante como una
alerta sobre las formas de vigilancia y control sobre el ser humano que
podrían adoptarse en el futuro (la prensa brasilera explotó principalmente
este costado interpretativo del evento). Así, un chip implantado en nuestro
cuerpo desde el nacimiento podría ser nuestro único documento de identidad.
Siempre que hubiese necesidad de identificarnos, seríamos "escaneados", e
inmediatamente un banco de datos diría quiénes somos, qué hacemos, qué tipo
de productos consumimos, si tenemos deuda con los impuestos federales, si
estamos bajo un proceso criminal o si somos prófugos de la justicia.


Pero también se puede leer la experiencia de Kac desde otra perspectiva;
como un síntoma de una mutación biológica que podría acontecer
próximamente, cuando memorias digitales fueran implantadas en nuestros
cuerpos para complementar o sustituir a nuestras propias memorias. Esta
lectura está claramente autorizada por la asociación que hace el artista
entre la implantación de una memoria numérica en su propio cuerpo y la
exposición pública de sus memorias familiares, sus memorias externas,
materializadas a través de las viejas fotografías de sus antepasados
remotos. Esas imágenes que extrañamente contextualizaron el evento, remiten
a personas ya muertas y que el artista no llegó a conocer, pero que fueron
las responsables de la "implantación" en su cuerpo de los trazos genéticos
que él acarrea desde la infancia y que llevará hasta la muerte. ¿En el
futuro, portaremos aún esos trazos, o podremos sustituirlos enteramente por
otros artificiales o por memorias implantadas? ¿Seremos aún negros,
blancos, mulatos, indios, brasileros, poloneses, judíos, mujeres, hombres,
o compraremos esos rasgos en la tienda de un shopping center? ¿En tal caso,
podremos incluso hablar de familia, de raza, de nacionalidad?
¿Tendremos algún pasado, alguna historia, alguna "identidad" a preservar?
Hasta hace poco tiempo, la humanidad era entendida, tanto en el plano
filosófico como a nivel del sentido común, como lo que se contraponía
esencialmente a las máquinas y a las prótesis que simulan las funciones
biológicas. La esencia de lo humano parecía residir justamente allí donde
el robot fallaba o mostraba sus limitaciones.


Más con la evolución de la robótica, lo automático ha ido asumiendo
progresivamente competencias, talentos e incluso sensibilidades que
suponíamos específicas de nuestra especie, forzándonos a una constante
desorientación y a una contínua redefinición de nuestra humanidad. Más aún,
el desarrollo de las interfases húmedas y biocompatibles está viabilizando
la inserción de elementos electrónicos dentro de nuestro propio cuerpo,
elementos que pasan a formar parte de aquello que llamamos nosotros. El
evento emblemático de la Casa das Rosas parece sugerir que el robot, tantas
veces representado en la ficción científica como un intruso, un usurpador
del lugar de hombres y mujeres, en un futuro podrá estar dentro nuestro, o
sea, podrá ser nosotros mismos.

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Traduccion: Rodrigo Alonso